
Día domingo, como cualquier caluroso recorrido del transantiago, casi insoportable me bajé en el paradero correspondiente y me fui a un ciber a imprimir mi curriculum para ingresar a la práctica laboral de mi carrera. Todo bien, tranquilamente miré a mi derecha y me di cuenta que cruzando la calle había feria dominical. Una alegría ir a elegir coloridos tomates y pesadas papas. Llamé a mi mamá y le pregunté si quería que me diera una vuelta y le gustó la idea.
Llegando a los tomates compré 5oo pesos y caminé feliz, avancé mirando la hora, 3:40 pm, ya estaban comenzando a desarmar los puestos, debía apurarme o no conseguiría la sandía que me había coqueteado y las papas baratas. Llegué al puesto de las patatas, 3 kilos por 500, asentí a la doña gruesa con mirada simpática, ella agarró el artefacto de la balanza para sacar mis papas, y un silencio colapsó la feria completa, uno, dos, tres balazos, en un instante. Yo ignorante no tomé demasiada atención creyendo que era un tubo de escape o no sé qué, cuando comienzan a gritar los hombres, balazos! Balazos!, todos los machos corrieron al comienzo de la feria a ver que pasaba, gritos y misterio, yo quedé en blanco, todos nos mirábamos, no pude moverme por un instante. Luego la doña del puesto me dice… quiere las papas?, bueno le contesté y caminé hacia la locura, es verdad que mi casa quedaba en ese sentido, pero también quería saber que había pasado, sin duda, sin duda.
Cuando vi a una señora de edad, unos 65 años, en el suelo, una bala en su brazo izquierdo y otra en su pierna, no recuerdo cual. Le hicieron una atadura con unas ropas y la tenían acostada, le tomaban la mano y la veían llorar. El tercer balazo le había llegado a un hombre, nada más ni nada menos que en su cabeza. Vi todo, vi sangre en el piso, vi miedo, vi dolor e impotencia de los feriantes que se gritaban unos a otros que pasaba con la ambulancia y se exigían reunir firmas para pedir más resguardo policial. Quizás todo quede en nada, espero que no.
La historia fue saliendo de bocas extrañas pero donde mis oídos tomaban mucha antención. Un joven en bicicleta con un arma intentó asaltar a esta señora de edad, en ese momento un tercer señor se sumó para defenderla, ganándose la bala. Luego una chica contó que ella estaba abriendo su camión, con esas puertas plateadas, y que la bala rebotó y llegó a la pierna de la señora. La cara de espanto de esta joven fue impactante, sin la puerta la bala era para ella, una locura.
Está demás decir cuanta plata llevaba una señora de edad, un día domingo en la feria?
Sobra poner atención en como hoy, en cualquier lugar y en cualquier momento las balas vuelan por unas lucas?
Un detalle no menos importante, fue que algunos hombres pescaron una camioneta y salieron en busca del asaltante, de ahí no supe más y caminé, impactada pero sabiendo que no podía hacer nada ahí, se desechó la idea de las verduras y me fui a casa, con miedo.
Cuando crucé la calle, vi a la ambulancia naranja de la unidad coronaria móvil y atrás, un retén móvil de carabineros, a unos 30 metros la gente abría los brazos y hacía referencia al lugar. Lo increíble, la ambulancia avanzaba a unos 10 kilómetros, con tranquilidad, con calma. Y más rabia me congela cuando sé que para ellos, los heridos, graves o menos graves son sólo un dígito más, ya lo han visto todo y la vocación muchas veces, como ahora que lo ví en vivo, se les olvida, se les evapora.
No sé qué significa esta historia, pero sí no quiero temerle a la vida por cabros que le roban a una abuela de esa manera y seguramente para algunos papelillos de pasta base, sólo a cuidarnos y dar todo lo material que se pueda, por salvar nuestra vida, ya no les basta intimidarnos con la pistola, ahora nos matan, y qué.
Y no salió nada en las noticias….